lunes, 12 de septiembre de 2011

SUJETO Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EN MÉXICO

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo. Ponencia presentada en la IV Conferencia Internacional “La Obra de Carlos Marx y los Desafíos del Siglo XXI”. La Habana, 5 al 8 de mayo de 2008. Palacio de las Convenciones. Disponible en: http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso08/conf4_amezcuad.pdf 

1.  Porqué hace falta construir el sujeto
Las transformaciones ocurridas en el mundo en las dos últimas décadas del siglo XX tuvieron efectos negativos en la región latinoamericana y caribeña; entre otros, en las organizaciones populares, democráticas y antiimperialistas y, desde luego, en los partidos de la izquierda revolucionaria. Unas y otros sufrieron cuantiosos daños, como regla general.
En el caso de México, desapareció el viejo Partido Comunista, fundado en 1919, para dar lugar a una organización afiliada a la social democracia internacional, el PRD, con un programa reformista ligero, que no propone construir una sociedad socialista y ni siquiera cuestiona ni enfrenta al imperialismo, ni se propone, por tanto, luchar por romper la dependencia económica y política de nuestro país respecto del capital financiero y corporativo internacional. Otras organizaciones de la izquierda también desaparecieron o se fracturaron en varios fragmentos, de manera que la ya vieja “división de la izquierda”, creció como nunca, hasta sumar hoy en día varias decenas de partidos y agrupaciones. Mi propio partido, fundado en 1948 por Vicente Lombardo Toledano como Partido Popular, transformado en 1960 en Partido Popular Socialista y hoy denominado Partido Popular Socialista de México, también sufrió deserciones y fracturas. Incluso otros partidos que no eran de izquierda, pero esporádicamente asumían posturas antiimperialistas –como el PRI- respondiendo a las demandas de fuerzas más avanzadas y movimientos populares, dejaron de hacerlo y pasaron al bando de quienes justifican y acatan el consenso de Washington de manera sistemática.

En resumen, hoy no existe ningún partido de izquierda ni organización popular con capacidad para responder por sí mismo a los desafíos del siglo XXI en México. Hace falta construirlo. Para esto, hay que aprovechar la experiencia acumulada por el movimiento revolucionario internacional y la de nuestros propios pueblos; y hay que extraer las enseñanzas útiles, asimismo, de las luchas contemporáneas en unos y otros lugares de América Latina, que está en plena ebullición.

1.  La indispensable concordancia entre el sujeto y la revolución hacia regímenes que trasciendan el sistema de dominación múltiple del capital
En la cadena del capitalismo mundial, en los inicios del siglo XXI, América Latina y el Caribe se integran por una serie de eslabones débiles que pueden romperse en un plazo cercano y dar paso a la construcción de regímenes que trasciendan el sistema de dominación múltiple del capital[1]. Es decir, en nuestra región –y desde luego en el caso de México- existen condiciones objetivas para la Revolución, y procede multiplicar los esfuerzos para desarrollar las subjetivas. Al respecto, puesto que no existe un sujeto revolucionario ahistórico, válido para todas las etapas, sino uno concreto, que es fruto de la formación social de la que surge y, a la vez, constructor de una nueva, distinta y superior, que debe estar libre de las contradicciones irreparables de la vieja, el primer aspecto a considerar al proponernos construir el sujeto, es el de precisar las contradicciones medulares de la sociedad enferma, que aspiramos a y reemplazar, cuál es la fundamental y cuál su parte más aguda, que necesariamente ha de ser erradicada en la nueva sociedad. Al poner a la vista cuáles son las contradicciones principales, cuál es la fundamental y cuál su parte más aguda, en América Latina –y en México- en los inicios del siglo XXI, de hecho se ponen en claro los objetivos de la Revolución y así también se pone en claro la identidad del sujeto y su composición clasista.
Entrando, por tanto, al análisis concreto del problema concreto, observamos que nuestros países:
a)    Están en la fase pre capitalista de su desarrollo, con sociedades en las que la industrialización no ha ocurrido o se ha dado de modo incipiente.
b)   Conservan importantes remanentes de los modos de producción previos al capitalismo: la comunidad primitiva, con presencia en México y más todavía en Centroamérica y en la región Andina; el esclavismo y el feudalismo, ambos con especificidades que los diferencian de sus formas clásicas, que ocurrieron en Europa.
c)    En los pocos en los que hubo industrialización, Argentina, Brasil, México, Uruguay, Chile y algún otro, se ha dado es un capitalismo dependiente y subordinado, que es una de las dos caras complementarias de ese régimen en nuestro tiempo; los países capitalistas desarrollados –imperialistas- no podrían existir si no hubiera su contraparte, los países dependientes, como los nuestros. Una de las principales características de estos últimos es que el poder económico principal radica fuera del territorio nacional, en la metrópoli imperialista y no lo ejerce una burguesía asentada en dicho territorio ni vinculada a lo nacional en modo alguno; lo ejercen cárteles y empresas transnacionales con sedes afuera. Desde luego, también el poder político real está fuera del territorio físico del país y en manos de las mismas fuerzas ajenas: el capital financiero y corporativo internacional y los estados imperialistas que son instrumentos políticos y militares de éste.
d)   Por otra parte, muy notoriamente en los casos de Brasil y México, aunque no sólo en éstos, el capitalismo se ha encimado a los modos de producción pre capitalista, que subsisten significativamente y con los cuales coexiste.[2]
e)    La llegada tardía de nuestros países a la industrialización, determina para nosotros la imposibilidad del desarrollo por la vía capitalista; tal perspectiva quedó en el pasado, en otra etapa del sistema capitalista mundial, anterior a la fase imperialista exacerbada a la que comúnmente se conoce hoy como globalización neoliberal. Por eso, aquí más que en cualquier otra parte del Globo carece de sentido la idea de reformar al capitalismo: sus males no tienen remedio, y el sistema para nosotros no tiene perspectiva alguna.

Conclusiones: a) En nuestra región más todavía que en otras, la parte más aguda de la contradicción fundamental se da entre el imperialismo y el conjunto de clases y sectores sociales que aquél expolia, que son casi todas, salvo una pequeña elite, una oligarquía terrateniente, en la mayoría de los casos; un sector de la burguesía, proimperialista y subordinado, en unos pocos; b) Esa contradicción múltiple es la que ha madurado y exige ser superada en una nueva sociedad, en la que debemos lograr nuestra segunda y definitiva independencia; c) Aquí es donde se hermanan el pensamiento marxista, como método de estudio de la realidad y como teoría general de la transformación de las sociedades humanas, con los ideales de Simón Bolívar, el Libertador, de Benito Juárez, José Martí y de otros de nuestros próceres, cuyos ideales conservan su vigencia, dada la realidad latinoamericana; d) El sujeto revolucionario que concuerda con los objetivos de esta fase de la revolución, tiene una composición clasista plural y está potencialmente integrado por el conjunto de las clases y sectores de la sociedad que tienen como expoliador y enemigo al imperialismo, no el único enemigo, dadas las múltiples y diversas contradicciones internas, pero sí el principal.
3. Dialéctica de la revolución de liberación nacional y la revolución socialista
Ahora bien, las revoluciones de liberación nacional son muy complejas puesto que llevan en su seno la unidad y lucha de contrarios. Las distintas clases y sectores de la sociedad que se unen para llevarlas a cabo –contra la fuerza externa, que las sojuzga- tienen que dirimir sus propias contradicciones a cada paso y, asimismo, tienen que seleccionar diversos tipos de respuesta, más o menos radical, frente al enemigo común. En ese proceso, según predominen unas u otras fuerzas, la revolución puede avanzar hacia formas superiores hasta desembocar en una que socialice los medios de producción y cambio, como sucedió con la Revolución Cubana, o estancarse y sucumbir. Cuando sucumben, abren paso a una fase regresiva hacia una dependencia más acentuada, neocolonial, de mayor saqueo, explotación y miseria. Por el contrario, las revoluciones de liberación nacional que avanzan en medio de la lucha, rápidamente agotan esta fase y se transforman en revoluciones socialistas. Y a fin de cuentas, son las únicas que alcanzan de manera plena el objetivo originalmente trazado: la independencia económica y política con respecto del imperialismo, además de iniciar formas distintas de relación social, sobre todo respecto a la distribución del producto del trabajo social.
Es decir, en nuestros días, las revoluciones de liberación nacional no pueden desembocar en sociedades capitalistas independientes, ese camino está cerrado históricamente; sólo alcanzan el objetivo de la independencia definitiva y el pleno ejercicio de su soberanía, si en el transcurso de la lucha se  transforman en revoluciones socialistas. En nuestro tiempo, esta fase de la revolución no excluye ni posterga largamente la revolución socialista, sino que ambas forman parte de un mismo proceso, unido dialécticamente.

4. El partido de clase y la articulación de los sujetos revolucionarios.
El partido de la clase obrera tiene un rol fundamental en estos procesos. No lo desempeñará adecuadamente si no los entiende, si pretende repetir experiencias y formas de lucha de otras épocas o de otras latitudes. Porque el primer requisito para transformar la realidad con un sentido revolucionario, es conocerla, no imaginarla atribuyéndole características diferentes a las que en verdad tiene.

Al agudizarse la explotación de nuestros pueblos y el saqueo de nuestros recursos, por parte del imperialismo, como ha sucedido con la globalización neoliberal; por todas partes surgen brotes de descontento, espontáneos estallidos de insurrección popular. La construcción del sujeto de la revolución por la segunda y definitiva independencia consiste en logar la articulación de todo ese amplio y heterogéneo conjunto de fuerzas. Para el efecto: a) El partido de la clase obrera tiene que interactuar con todas estas fuerzas durante todo el proceso de construcción del bloque, y hacerlo con dedicación y tacto; b) Debe ser tenaz en cuanto a contribuir al aglutinamiento del mayor número de fuerzas que sea posible, que tengan las características señaladas y, por lo mismo, debe evitar y combatir toda forma de autosuficiencia, sectarismo, maximalismo o intransigencia; c) Debe ser asimismo tenaz en cuanto a contribuir a evitar que el bloque en proceso de formación sea saboteado por alguna corriente sectaria –que en nuestra realidad proliferan- o cooptado por alguien que quiera aprovecharlo para los propósitos de políticos profesionales oportunistas, que también proliferan; d) Debe contribuir a la educación política de todos los integrantes del bloque, a la elevación de su conciencia antiimperialista y de su conciencia de clase; e) Debe ser paciente y tenaz en la discusión, en la batalla de las ideas en el seno del bloque en proceso de construcción, en la definición y el armado del programa del bloque y en la definición de sus tareas, todo ello con el fin de fortalecer al conjunto de fuerzas y orientarlo hacia los objetivos de la liberación y, en su momento, hacia otros fines más avanzados desde el punto de vista de la transformación revolucionaria de la sociedad; f) Al mismo tiempo, debe ganar autoridad moral en el seno del bloque, por su sencillez, dedicación y tenacidad; por su desinterés en cuestiones menores, por su camaradería, por no disputar posiciones ni tratar de sacar ventajas, por lo acertado de sus propuestas. Nada sería más negativo que el partido de la clase obrera llevara al bloque la pretensión de proclamarse la "vanguardia" a priori, que disputara la dirección formal, que peleara por estar a la cabeza, que quisiera imponer sus tesis, sus objetivos sobre la base de la retórica o de las maniobras, y desdeñara las demandas de todos los sectores y clases sociales convocados. Con todo ello atentaría contra la integración del bloque y su fortalecimiento, y alejaría la perspectiva de la victoria revolucionaria.
¿Quiere decir esto que en estos tiempos la clase obrera ya no es la clase social revolucionaria por excelencia, como dicen algunos que teorizan al respecto? ¿Que han surgido nuevos actores sociales frente a los cuáles la clase obrera perdió el papel de sujeto revolucionario que otrora le correspondía? ¿O que ni siquiera lo tuvo nunca como una regla general y que fue un error teórico atribuírselo? No, nada de eso es verdad. Es cierto que en la lucha por la liberación de los países dependientes participan varias clases y sectores sociales, pero no son "nuevos" actores. Al contrario, en la mayoría de los casos se trata de "viejos" actores sociales, en muchos casos más viejos que la clase obrera. El movimiento indígena y el campesinado, por ejemplo, anteceden en el tiempo a la clase obrera que surge hasta una fase muy posterior, cuando llega la industrialización.
La clase obrera sigue siendo la clase social revolucionaria por excelencia, si se habla de la fase de transición al socialismo. Sólo que en la región latinoamericana y caribeña están maduras las condiciones objetivas para otra fase de la revolución, como ya se dijo, la revolución de liberación nacional con respecto del imperialismo, y en ésta, el sujeto revolucionario es plural, igual que lo fue la lucha por nuestra independencia política con respecto de España y las otras potencias europeas.
Respecto del programa que este bloque debe enarbolar, debe ser uno que se oriente al propósito de liberar al país de la dependencia económica y política con respecto del imperialismo. Deberá orientarse a romper con los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; fortalecer la economía en manos del Estado; defender y consolidar las empresas y ramas de la economía estratégicas para la soberanía y el desarrollo propio que no han pasado a manos privadas; rescatar las que fueron privatizadas, sobre todo las entregadas a los capitales extranjeros; denunciar los Tratados de Libre Comercio y oponerse al ALCA; rechazar el pago de la deuda externa porque es injusta y se ha pagado varias veces; acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales y diversificar el comercio hacia todos los mercados del mundo, de acuerdo con el principio de beneficio mutuo y sin condiciones políticas. Impulsar la integración económica y política de todos los pueblos hermanos de América Latina y el Caribe al tenor del ALBA. La mejoría de las condiciones de vida de las masas populares; aumentar sus recursos; liquidar el analfabetismo; mejorar cuantitativa y cualitativamente la educación y formar los cuadros medios y superiores para el progreso de la nación; incrementar los servicios sociales y de salubridad y defender y acrecentar nuestra cultura. Deberá instaurar un auténtico régimen democrático, pues los de la llamada “democracia representativa” que proliferan, sólo son de fachada.
5. La construcción del sujeto revolucionario en el caso de México
Igual que sucede en lo general, en México en los últimos años han proliferado los estallidos de inconformidad popular: en Chiapas, Atenco, Michoacán, Oaxaca, Chihuahua, Zacatecas, Baja California, en todas partes del territorio nacional, y entre los más diversos sectores de la población, pues son muchos los golpeados y sacrificados por las políticas neoliberales que ha exigido el imperialismo y que la burguesía dominante, que está al servicio de aquél, ha venido imponiendo desde Miguel de la Madrid hasta Felipe Calderón.

Los múltiples los estallidos de resistencia surgieron respondiendo a problemas particulares, pero poco a poco se han ido percatando de que todos sus problemas obedecen a las mismas causas profundas. Los problemas de los maestros de escuela no tienen solución por separado, ni los que aquejan a los trabajadores electricistas, o a los mineros y metalúrgicos, a los campesinos ni a los indígenas de las más de cincuenta etnias mexicanas. No hay salida para lo que angustia a los jóvenes, sin perspectivas de trabajo y cuyos derechos a la educación, a la salud y al deporte se les escamotean, ni a las dificultades que sufren las mujeres, si no se ataca la raíz de todos estos conflictos, el problema esencial: la intervención y el saqueo de que nos hace objeto, cada vez más, el imperialismo, es decir, el capital financiero y corporativo internacional.
En los últimos años y meses, junto con una mayor experiencia acumulada, se registran importantes avances en este aspecto de calidad. Diversos referentes de la lucha popular van llegando a la conclusión justa de que es necesario combatir no sólo a los enemigos particulares de uno u otro sector, de una u otra zona o región, sino a la clase social dominante en su conjunto -la burguesía subordinada- y todavía más, a la fuerza externa que sostiene a esta burguesía, sin cuyo soporte, ésta nada sería: el imperialismo, al que ésta sirve y que es el fundamental y verdadero enemigo común de la clase obrera y de todos los sectores populares de la población en el caso de cualquier país capitalista dependiente, como el nuestro, y en general los de América Latina y el Caribe.

En la medida en que los distintos movimientos populares se han ido percatando de esta realidad, junto con el nivel superior de conciencia que adquieren, junto con el descubrimiento de que el enemigo ocupa distintos niveles, desde el que está frente a cada quien -el cacique, el líder sindical espurio, el patrón sinvergüenza y explotador, el gobernante repudiado- hasta la burguesía subordinada y, arriba de ésta, el imperialismo; y en la medida en que se han percatado asimismo de que nada se resuelve si se derrota sólo al enemigo más cercano, en tanto no se aplaste al que está atrás y por encima de todos, al que en última instancia todos deben su existencia, en esa misma medida van dándose cuenta asimismo de que es indispensable articular las luchas de unos con las de los otros sectores, porque siendo el enemigo fundamental uno común, no existe razón para combatirlo de manera aislada; así nadie podría vencerlo ni, por tanto, resolver nada, ni sus problemas concretos ni los de orden general.
Hoy existen varios procesos de construcción del bloque social plural que pueda llegar a constituir el sujeto de la Revolución, en distinto grado de maduración: la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca; la Promotora por la Unidad Nacional contra el Neoliberalismo; el Diálogo Nacional por un Nuevo Proyecto de Nación, entre otros. Este último es el que más ha avanzado en lo programático, en lo cuantitativo –aglutina ya a más de 600 organizaciones sindicales y populares, indígenas, de jóvenes, de mujeres, regionales y nacionales, incluidos partidos políticos de la izquierda revolucionaria- en sus niveles de articulación y en su combatividad. El Partido Popular Socialista de México interactúa con todos los movimientos de masas, sin excepción, pero no encabeza formalmente ninguno.



[1] En Cuba se rompió la cadena capitalista mundial exitosamente y este año se conmemora el 50 Aniversario del triunfo de la Revolución, a la que aquí saludamos. Y llega a este medio siglo en plena batalla contra el imperialismo yanqui, que nunca ha aceptado su derrota y sueña con revertir el proceso y regresar a Cuba a la fase anterior a la Revolución; y llega, asimismo, ejerciendo un rico, aleccionador debate en el ejercicio democrático del diseño de su futuro, que también saludamos. Venezuela, por su parte, avanza hacia la ruptura hoy mismo, por su propia vía y a su ritmo; así también Bolivia, sin pedir ni dar cuartel, cambiando sus fuerzas avanzadas golpe por golpe contra las que defienden el pasado. Y Nicaragua, y Ecuador, y...
[2] Desde que los conquistadores europeos interrumpieron la evolución de las comunidades indígenas, que vivían en el estadio medio de la barbarie, nuestra evolución no es resultado del desarrollo autónomo, sino consecuencia de la interferencia del exterior. La esclavitud en la región no surgió de una transformación social intrínseca que liquidara a la comunidad primitiva, sino de una acción que conservó las formas primitivas de producción. También el feudalismo, sobrepuesto a las formas esclavistas, adquirió características propias, y lo mismo sucede con las formas de producción capitalista, influidas por intereses extra nacionales, que se sobreponen a las formas semiesclavistas y semifeudales para terminar en una economía capitalista dependiente.

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